15 septiembre, 2011

LIBERTAD INVOLUNTARIA

- ¿Pretende que me crea su historia?
El policía caminaba con pasos cortos, rodeando al hombre esposado y, en cada circunferencia, acortaba el radio, haciéndole sentir su proximidad.
El hombre no contestó.
- ¡Maldita sea! -acompañado de un sonoro y efectista puñetazo en la mesa. ¿Me quiere explicar, entonces, cómo demonios justifica que encontrásemos rastros de su semen en la boca de la difunta?
El reo construyó una sencilla explicación mental, acompañada de cierta ironía para con el desconocimiento del Comisario, una ocurrencia que, al relacionar a la esposa del investigador, prefirió guardar en algún recóndito paraje de su memoria.
- Ya le he confirmado que mantuvimos relaciones sexuales esa noche.
El policía entró en cólera.
- ¿Y aspira a que sea creíble que la chica se fuese de su casa, tomase un taxi y apareciera en la puerta de su casa muerta, cuando no se han encontrado más huellas dactilares que las suyas sobre su cuerpo?
Silencio.
- Maldito bastardo... ¿me desea engañar?
El hombre se contrajo.
- Puede creerme o no, pero yo no la maté.
- ¿Y las heridas que la desangraron?
- No sé de qué me habla.
El Comisario encendió un reproductor y, sobre la pared, se proyectó la imagen de una mujer yacente, aún con los ojos abiertos, vacía... inerte.
- Vamos, cabrón, dígaselo a ella.
El reo entrecerró los ojos.
- No la conozco. Bueno, ahí, ¿sabe lo que quiero decir?, en esa foto... no la reconozco...

El informe psiquiátrico que lo salvó de la cárcel concluía con la palabra parasomnia.

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