07 octubre, 2011

CUANDO YA NO QUEDE NADA


No sé si hoy o en cinco años...
Desconozco el instante preciso en el que, sin temor, pueda pregonar la locura de amor que nos abraza.
No importa.

Puede que, como las olas del mar con las rocas, intenten erosionar nuestra integridad y uniformidad.

Erraran... y apenas será el golpe de un púgil que, ya noqueado, pretende lanzar un último guante hacia el título.

En el febril espejo de mi puerta, el reflejo ha decidido apostar por la lucha... como años atrás, cuando las esquinas eran las estrechas vías por donde se huía de la clandestinidad a un paraíso encontrado de besos y abrazos robados sin previo aviso.

No busquen en los mapas... no hallarán la huella de nuestros pasos en ellos... ni tan siquiera un atisbo de su presencia.
Hoy, en tu figura que descansa con elegancia al lado de mi pecho, recupero la fe de una creencia infinita, mientras las nubes se quiebran en un horizonte teñido de color magenta.
Deslavazo palabras robadas a mi sentimiento y cuento los minutos que restan para que tus ojos, adormecidos, saluden, sin excesivo vigor, la luz del nuevo día.

Nadie va a entender mi canto... mi sentido deletrear los bombeos de sangre de un corazón atado a tu respirar.

Puede que el cielo, el eterno testigo del escondite, de este juego equívoco y maltratador, cierna sobre esta mañana una repentina y elocuente oscuridad.

En el fondo de mi pecho, retumba una voz que proclama, sin miedo a ser escuchada, que no me faltarás cuando ya no quede nada...

Nada...

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