16 octubre, 2011

LA INCERTIDUMBRE DE LA ETERNIDAD

Ya solo la sombra de tu fantasma habita en los recovecos de las habitaciones transparentes.
El texto del adiós quedó olvidado entre un legajo de documentos mucho menos perentorios.
El alguacil visitó todas las estancias, apagando las luces olvidadas, pero descubrió notas manuscritas que revelaban más de lo que podía asumir.
Incluso los relojes se detuvieron cuando escucharon aquel taconeo firme e indubitado.
La madera crujía de dolor al sentir esa postrimería en forma de despedida artística.
La luna se balanceó en el lecho de estrellas que la esperaban para acunar un sueño interrumpido.
Los coches se pararon aunque los semáforos estaban en verde.
La Gran Vía escupía fuego a la estatua de la diosa Cibeles.
Madrid escribía un epitafio desaforado de dolor resquebrajado.
Los niños lanzaban sus sonajeros al suelo, pidiendo un segundo más de comprensión.
El vigilante arrancó aquellos papeles, los depositó en el buzón más próximo...
Desconocía la dirección en la que los esperaban... pero era de ley que no fueron custodiados por el olvido.
Y reposaron en la incertidumbre de la eternidad.

2 comentarios:

  1. Los adioses no siempre tienen que ser tan tristes...

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  2. El presente del adiós es incertidumbre, su pasado es alegría y conviene luchar para que su futuro no se convierta en tristeza.

    Gracias por visitar el Refugio.

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