21 marzo, 2009

EL PERFUME DEL RING


Moe pensaba que el combate le había dejado rotas, al menos, tres costillas.

Unos cuantos segundos antes, el veredicto del jurado había resultado, a los puntos, favorable al campeón que, además de retener el cinturón, se hacía con la suculenta bolsa pactada para el ganador de los doce asaltos.

A partir de ahí, todo se convertía en una extraña nebulosa.

El cuadrilátero se había llenado, repentinamente, de gente. Le sacaron los guantes en un doloroso forcejeo, había saludado y abrazado al campeón, esperó que el árbitro levantase la mano y soportó, a duras penas, el ensordecedor ambiente que reinaba en el pabellón. Las gotas de sudor le caían desde el cabello hasta el calzón, empapándole...

Su preparador le abrazaba, mientras le colocaba, de regreso al vestuario, la capucha del batín.

No sentía nada, a expensas de un terrible dolor que le nacía en los riñones y que acababa por morir en su magulladas manos.

El griterío de los aficionados era brutal. Algunos alargaban sus brazos para intentar tocarle y cada roce era como una lanza que se clavaba, sin piedad, en su maltrecho cuerpo.

"Has peleado como un campeón, Moe... como un jodido campeón. Estaban comprados. Pero tendremos una revancha, Moe, aquí, en el Madison, y esa noche... Moe, escúchame lo que te digo, chico, esa noche, el Mundo se rendirá a tus pies".

Al fondo del pasillo se atisbaba una luz que, por momentos, parecía empequeñecer.

En el vestuario, el olor a vaselina copaba todo el ambiente. Uno de los auxiliares le retiró las vendas de las muñecas y, tras acercarle el bidón de agua a los labios, le susurró al oído: "Moe, márchate esta noche al hospital y cuelga los guantes. Has recibido una paliza brutal y el maldito Mark no ha querido arrojar la toalla".

Sólo entonces Moe bajó la vista y observó, sin preocupación, que su calzón blanco, adornado con una cinta negra en el lateral izquierdo, se encontraba impregnado de sangre.

Se levantó de la silla y, tambaleándose, abrió la taquilla. Rebuscó entre los enseres y encendió su teléfono móvil.

"El teléfono al que usted llama ha sido apagado o no se encuentra con cobertura".

Sue se despegó de los brazos de Mike. Abandonó la cama y se ajustó, con rapidez, las bragas. Encendió el teléfono que tenía en su bolso. Tras varios segundos, una alerta le avisó de la recepción de un mensaje de texto. Lo leyó:

"Perdí. Quizá sea el momento de abandonar NY. Te quiero, preciosa".

1 comentario:

  1. Aunque la primera lectura (yo siempre releo) me llevó a pensar que ella tiene un amante, ¿por qué no puede ser Moe el "occasional lover"? Prefiero pensar lo segundo antes que creer que ella tiene una aventura mientras él se juega la vida. En cualquier caso, perdió.

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