25 marzo, 2009

GATOS

Por alguna dudosa razón, todos los recuerdos que atesoraba de aquella mujer se veían conjugados con un gato.

Era ciertamente estúpido... e inevitable.

El felino, como por arte de magia, aparecía junto a su melena rizada y rubia. Incluso cuando se presentaba la imagen del rostro de ella, inmaculado, terso, recién salido del agua fría del mar de aquella playa griega una noche de primavera, los ojos de la pequeña alimaña copaban toda su remembranza.

Ahora, bebiendo whisky en la terraza antediluviana de un bar con vistas al mar, dejaba que el alcohol arañase su garganta como las uñas del animal...

Y, con dificultad, trataba de recuperar, en su mente, las tardes en las que recorrieron las carreteras comarcales con un destartalado vehículo que perteneció a una generación ya olvidada del árbol genealógico.

Mientras los viejos del lugar paseaban con las manos entrelazadas a la espalda, él se desperezó y dejó varias monedas sobre el mármol de la mesa.

Visitó la iglesia del municipio y, cuando partía, adquirió una postal, con la imagen de un gato. Con trazo rápido y desgarbado escribió "vuelve". Más tarde, la lanzó al mar.

Después cerró los ojos. Dejó que una lágrima surcase su rostro y, repentinamente, sintió que algo se movía entre sus piernas.

No le sorprendió ver al Félido que, impertérrito, le dirigía su mirada más cruel.

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