10 julio, 2011

I. Y EL SUEÑO


I. decidió no ser I.

I., incluso, introdujo sus propias reglas en el juego.

I. definitivamente, era feliz en un escenario de complicado y arriesgado equilibrio adaptativo.

I. besaba sin mirar a los ojos, pero solo cuando su mirada se clavaba como alfileres envenenados.

I. se limitó a negarlo (todo).

I. no supo asimilar que la vida se diluía en yerros... y en recuerdos... y, por supuesto, en silencios.

I., bueno, I. recordó poemas... y los recitó en silencio... y se mofó de su carga acentuada de rigor sensitivo.

I. me saludó en sueños.

En mis sueños.

2 comentarios:

  1. Los sueños, sueños son.

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  2. Quizá, solo en sueños las identidades sean disímiles.

    E, incluso, solo en sueños, alberguemos la dudosa apariencia irreal de lo más evidente.

    Porque solo los sueños, como la Literatura, son mentira.

    Con el terrible pánico de que nada en sueños nos pertenece (ni nuestro propio sueño).

    Gracias por visitar el refugio.

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