22 noviembre, 2009

LAS OTRAS CREENCIAS


Conviene confiar en que *** esté viva... A pesar de las noticias de los diarios.

O, cuanto menos, conviene creer que lo está, que el agua no encharcó sus pulmones y que su corazón se sobrepuso a la falta de oxígeno.

Sea como fuere, ahora que los pájaros aletean entre las ramas nervudas de los árboles, el amargo sabor de la decepción mantiene su regusto en mis papilas (y en las pupilas).

Y sé, con el dolor de lo inevitable, que el sol de estos domingos que no compartimos no lucirá en futuros momentos.

Pero leo, como hace años, como aquellos atardeceres en los que desconocía el verdadero significado de "nosotros", al lado de la ventana, arrancando cierta luminiscencia a una tarde que acude con los primeros vientos racheados.

Conviene confiar en el futuro.

Acallar las palabras de ésos que avanzaron sin seguridad en sus pasos.

Conviene hacerlo...

O es irremediable, quizá.

En Beirut, una mujer escribe un poema diletante.

En Beijing, el asesino de las últimas noches engulle una hamburguesa pidiendo un sobre más de mostaza, con la mayor educación, a la camarera que le atiende.

En Lisboa, una anciana avanza de rodillas, intentando ascender la calle, mientras el tranvía pasa, obviándola, con su sonoro avance...

He sellado algunas cartas que no enviaré.

He roto cuatro poemas que escribí rememorando tu sonrisa.

He borrado de la memoria externa todos los archivos que contenían tu nombre y tus palabras.

He hecho todo eso... y he escuchado cinco veces la misma canción, hasta que el vecino golpeó en la puerta para quejarse del volumen.

Ahogué un grito en mitad de la noche y reprimí, con todas mis fuerzas, el aliento que me incitaba a escuchar tu voz.

He ojeado mis antiguas carpetas, intentando recuperar una frase de Panero sobre el inconveniente de haber nacido... y me sorprendí concluyendo que, a buen seguro, esa entrevista era de Cioran.

En la amalgama de padeceres, recibí tu envío... y, como en el resto de ocasiones pretéritas, formulé una súplica desatendida.

Sí, conviene confiar en que *** permanezca viva.

Continuar avivando la llama de la esperanza.

Protegerla del daño que podrían causarle los rayos de un sol inesperado de invierno que deja paso al cortante frío del viento de la tarde crepuscular.

Conviene confiar en que el agua continúe cayendo...


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