11 julio, 2010

AHORA


A Ignacio Ara y a todos los que son capaces de vislumbrar el amargo sabor de la maldad.


Quise caminar, contigo, por calles paralelas de oro y plata.

Contigo.

Y, sin embargo, tú entregaste tus sonrisas a un cerebro mecanicista e integral.

Ahora, cuando mis huesos debieran volar al lugar de plata, mi corazón continúa bombeando a ritmos insanos y peligrosos.

Ahora.

Ahora ya nunca será contigo.


Las inquietudes se revelaron, posiblemente, menos dolorosas de lo esperado.

El viento permanecerá soplando, agitando con mimo la tela de las banderas.

Los estafadores se citan con sus propicias víctimas en plazas céntricas.

El viejo Ara reveló, en su lecho de muerte, su incomprensión respecto de aquella derrota en la plaza de toros, con el título Mundial en juego.

El dolor en sus costillas, permanecía.

Hoy (ahora), casi nadie recuerda aquella batalla.


Tuve que firmar un contrato para encerrar mi compromiso de visita a la otra plata.

La del río.

Aquélla en la que, si las premisas son acertadas, sellaré, con permiso de la eternidad, una promesa ineludible.

Eso será un futuro, que no depende de las palabras.

Que se envilece con las palabras.

Con mis palabras, ahora.


El sudor enseñoreaba mi frente.

Dibujé dos iniciales en un billete que jamás utilizaría.

Sonreí.

Y bebí un dudoso vaso de vodka y limón...

Ya no pensaba en términos de tiempo.

Y su llamada quebró el pesar y la empatía, cubierta de ánimos, de tu mensaje en la madrugada.

De tus palabras de ahora.

De un ahora que ya no es contigo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario