08 marzo, 2011

LA TORMENTA (AKA THE STORM)


Después escuchó su voz... y, al fondo, percibió una iluminación espontánea a la que, como parecía obvio, siguió el atronador retumbar del trueno.
Quiso colgar, pero continuó sufriendo con el auricular apenas despegado unos centímetros de su oreja.
Se contestó a miles de preguntas, mientras escuchaba la sonrisa que, al otro lado de la línea, carcajeaba impúdica y libremente... irresponsable, mágica, ineludible, cautivadora.
Y, de nuevo, el fogonazo de luz blanca... y el sonido que hacía retumbar los cristales de la habitación.
Se sorpendió contando los segundos entre el baño de luminiscencia y la orquesta grave del murmullo ronco e inalterable.
El discurso, que se expandía a su antojo desde su oído hasta coronar en las descargas eléctricas de su cerebro, le acongojaba.
Su memoria visitaba, a la velocidad de la luz, el sonido escabroso y desdichado de la malda.
Y naufragaba en su voz... próxima a la ruptura, melódica y doliente, indefinible en su majestuosidad y belleza.
Escuchó un adiós sorpresivo, raudo e inesquivable.
Sintió el silencio, breve...
Y la habitación se bañó de blanco.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...
El sonido amortiguado de un trueno en la oscuridad.
Se descubrió en una cama que no era la suya.
Con la mente puesta en un cuerpo que, posiblemente, jamás fuera suyo.

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