23 marzo, 2011

LOS BARCOS


Como barcos que se cruzan en la noche.

Sabedores de la existencia del otro.

Guiados por la incertidumbre de su realidad.

En la barra de un bar de carretera, acodado, etílico, pero lúcido, alguien no tan joven se interroga sobre cómo era el mundo antes de los avisos de llamadas telefónicas perdidas.

Como dos ingentes moles que avanzaban en la oscuridad.

Temerosas de chocar.

Ansiosas de descubrirse esos lugares que compartieron y que reservan, especialmente, a la vez que mienten sobre su capacidad de aguante a la distancia y la soledad.

Varios meses después, los restos de aquel naufragio todavía emergen en los corazones supervivientes.

Esconder una realidad no implica, necesariamente, estar mintiendo.

¿Cómo eran tus noches antes de aquella noche?

Los viejos marineros apuestan sus dientes de oro por el accidente de los navíos extranjeros.

Y las gaviotas merodean la orilla con aleteos irregulares.

Las prostitutas se recuestan en la mugrienta esquina de una calle en la que robaron las bombillas de las farolas.

¿Qué has olvidado de esas veladas en las que los camareros admitían reservas hechas a nombres de personajes de novela?

¿Qué has escondido en alguna olvidada caja de latón?

Sentada al frente del timón, en esta noche de tormenta, ¿sabrías permitir que el mar guiara tu rumbo?

En la noche...

En la noche en la que los barcos se cruzaban en el mar.

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