17 mayo, 2011

L. vs Londres



Londres (L) ya había amanecido cuando me asesiné.



L. aún no había dormido.



Londres se recuperaba del empacho de un inesperado beef que se antojaba plato único de un menú desorbitado.



L. rimaba sus poemas con las letras de alguna canción alucinógeno de The Beatles.



Londres, esquiva en la lluvia de un escenario victoriano, merodeable entre las puertas de un río dubitativo.



L., ensimismada, contaba las luces parpadeantes que coronaban las alturas de una ciudad de envergadura propia de la mayor edad.



L. se enfrentaba a Londres en una contienda evitada.



Las memorias extraíbles de las cámaras fotográficas siempre mienten.



Londres susurraba una realidad paralela y desenfocada.



L. creaba su propio escenario apartado del percibido en general.



Londres fallecía entre las páginas de un manuscrito discutido de Lowry.



L. devoraba las historias más salvajes del hombre que desaconsejó a Fresán caer seducido entre los brazos del DF... y le indicó, como un subterfugio, como la antesala de la locura y el dolor, el plano coloreado de la líneas del suburbano de Londres.



L. ya no pelea... y reniega de unas palabras que son agradecimiento.



Londres no lucha, ya venció sus batallas.



L. se enfrenta a Londres... y no existe dilema, ni debate, ni pleito...

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