05 mayo, 2011

UN TREN



Sucedió tras la segunda parada.



Fue la mirada de la mujer que habitaba el asiento contiguo.



O, quizá, su repentino suspiro.



Ese particular sonido que principió, durante el trayecto, la inquietud de mi corazón.



Mientras, los niños preguntaban a sus padres sobre la velocidad del tren y el horario de llegada a sus destinos.



Sí, fue su mirada.



No cabe otra explicación.



Después susurró algo entre dientes antes de caer dormida.



Atravesamos el túnel.



Y desapareció.



Todo.



Su suspiro, sus susurros, su sueño.



Su mirada.



Y, por megafonía, se anunció el final del viaje.

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