21 abril, 2009

EL RELOJ DE LA NOCHE

Algún día, quizá, sea capaz de abrirme el cofre donde reside su inmisericorde misterio, que me golpea, una y otra vez, con la fuerza de un tornado en pleno movimiento.

Algún día, al menos así lo espero, desviará su poderoso y atrayente magnetismo y me permitirá contemplar, en su integridad, el carácter radiante de una mirada por la que matarían los ejércitos más valerosos.

Algún día, busco con denuedo esa fecha en el calendario, admita que existe algo más que lirismo en las palabras que le dedico y mi débil poesía pueda, con su sensiblidad, resquebrajar los muros de su firmeza.

Algún día, la esperanza es el único motor que me alienta en esta congoja, mi memoria dejará de recordar aquella imagen de la noche de Madrid en la que ella se perdió entre el tráfico, desafiando los semáforos en rojo de la gran ciudad.

Algún día, si los arcanos no erraron en su predicción, su pestañeo me será propio y, por primera vez, las dulces palabras de su boca se dirigirán a mi persona.

Algún día, sí... Quizá, sea durante la noche, su llamada romperá la monotonía y, como el nacimiento del agua en el manantial, desbordará la creación en un impulso imparable...

Quizá sea en la noche... y, por ello, firmé un armisticio con Morfeo.

Y el reloj de la noche ya no tiene secretos para mí.

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