28 abril, 2009

ESCAPISTAS


"Es curioso, sí...".

El hombre le miraba de soslayo, como incrédulo ante la historia que acababa de escuchar.

"Y dice usted que es, bueno, mejor dicho, que ha sido, escapista...".

Su interlocutor asintió tranquilamente.

"Ya... No recuerdo haber pisado el circo. Ya sabe, mi familia era pobre y no había lugar a muchos dispendios. Escapista, sí".

Entonces, los ojos del escapista se vaciaron, hacia el infinito, como sólo las pupilas de los elefantes que caminan en búsqueda de su muerte saben hacerlo.

Y recordó que, una noche, después de la función, dos de las bailarinas del espectáculo le acompañaron a tomar unos tragos por la ciudad. Encontraron todos los bares cerrados pero una de ellas, cuyo padre había nacido en el lugar, conocía un establecimiento clandestino donde, a buen seguro, aún podrían prolongar un poco más la celebración.

Dieron unos leves toques en la puerta y el camarero, que lucía una gorra antediluviana, les instó a pasar rápida y silenciosamente...

Tras servirles el licor, y cuando las damas se marcharon, coquetas, al aseo, se atrevió a preguntarle: "ustedes tienen pinta de artistas, ¿verdad?. ¿A qué se dedican?".

"Ellas son bailarinas, las mejores de todo el circuito. Y yo, quizá, logre ser un buen escapista algún día".

"Escapista... sí" -dijo el camarero.

Cuando acabaron sus copas, no les dejaron pagar.

Volvió a la realidad.

El rostro del hombre había cambiado y, en un tono autoritario, le espetó: "Pues debería saber que el robo a los bancos de la ciudad es un delito penado por las leyes estatales y que sus huesos acabarán en la cárcel... Supongo que no podrá escapar de allí".

Después firmó el informe. Se aseguró que las esposas estuvieran bien cerradas y levantó el auricular del teléfono.

1 comentario:

  1. Así que escapista...uno de los mejores, doy fe de ello!

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