19 abril, 2009

HABITACIONES DE HOTEL

Por alguna extraña razón, se descubrió, tumbado en la cama de su hotel, ojeando la revista VF y, con inusitada sorpresa, opinando, mentalmente, sobre las dimensiones del recién inaugurado apartamento del renombrado magnate de la alta costura italiana que, entre suntuoso y sonriente, posaba en el marco de la puerta de acceso al mismo.

En aquella tesitura le vino a la mente un, a su juicio, bastante patético ardid lingüístico que unía el nombre de su habitación con alguna premonición interior: "Deseo en la habitación Deseo"... y dudó en apuntarla en su cuaderno de viajes que, tras varios días, continuaba igual de inmaculado que cuando lo aquirió en una papelería de Florencia.

La mujer que ocupaba la suite de arriba, un antiguo y reconstruido torreón, piedra en el suelo y maderas en los techos, había llamado su atención durante el desayuno, por esa costumbre de asociar rostros desconocidos con vivencias previamente acontecidas.

Y chilló, aún a sabiendas de lo estúpido del comportamiento, "Maldita sea, te reconozco en todos los rostros que se me cruzan por el camino", y ahogó una maldición en la almohada.

Se levantó hasta el escritorio, cogió la postal y con un trazo curvilíneo y único escribió: "La espero. Hab. Deseo"...

La recepcionista se mostró sorprendida cuando él le advirtió que no necesitaba franqueo alguno. Sin dejar tiempo para la réplica, encaminó sus pasos a la perdición por la ciudad.

De madrugada, e introduciendo la llave con suavidad en la cerradura, adivinó que sus pies estaban pisando sobre algo que no era suelo.

Su postal había sido devuelta.

En el margen derecho, una leve anotación con caligrafía femenina: "Espere... el tiempo es una mera dimensión humana".

Y dejó que el murmullo del ron le durmiera, sin preocuparse de cambiar sus ropas... ni tan siquiera del paso del tiempo.

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