02 abril, 2009

DISPAROS


Cuando Marc sacó el revólver, aún no sabía, con exactitud, si sería capaz de abrir fuego.

La visión (o la mente) le traicionó, por un instante, y no acertó a percatarse de que una enternecedora viejecita estaba accediendo a la sucursal.

Musitó una maldición entre dientes.

En aquellos segundos, su capacidad creativa se disparaba hasta el súmmum. Imaginaba la acción retratada en uno de sus cómics, con el carácter aséptico y despiadado del blanco y negro... La ráfaga de pólvora saliendo del arma y los rostros de pánico de los clientes al sentirse alcanzados.

Sintió un espamo de felicidad en su interior. Quizá no por casualidad llevaba más de dos años sin haber conseguido que su editorial publicara sus historias gráficas.

Él, que era el artista maldito por excelencia, el auténtico e ineludible referente de la generación post´69... el conocido como enfant terrible.

La señora continuaba en la cola de la caja, posiblemente esperando su turno para sacar parte de sus ahorros o la pensión pública recién ingresada por el Estado.

El estruendo fue ensordecedor.

Los diarios de la tarde, en edición especial, informaban de la masacre.

Cuando la Policía, con su orden judicial, accedió a la casa, encontró a Marc dibujando, sumido en un delirio

Quizá no por casualidad, la editorial decídió publicar esa obra inconclusa.

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