05 abril, 2009

ELSA


Siempre había pensado que se contaba entre los tres o cuatro individuos del universo terrenal que leía todas las comunicaciones y notificaciones que su entidad bancaria le remitía.

No sólo le ocurría con esos peculiares documentos. Su ardor y voracidad lectora alcanzaba, también, a la propaganda de supermercados y tiendas de informática, las convocatorias de manifestaciones, los anuncios de alquiler o venta de viviendas o, con más o menos recurrencia, las pegatinas de apoyo a determinadas opciones políticas, vivenciales...

Esa curiosidad, así al menos lo entendía él, le reportaba un aumento de su perspectiva de lo que le rodeaba... y le servía, asimismo, para elucubrar sobre las diferentes inquietudes de las personas que emitían esos mensajes.

En múltiples ocasiones, se encontraba absorto, ensimismado en la contemplación y estudio del más nimio detalle por las calles de su ciudad.

Aquella noche, sin embargo, fue radicalmente distinta.

Se encontraba abriendo la correspondencia atrasada que enviaban al domicilio de su localidad natal. De repente, el apunte de un ingreso en su cuenta corriente le dejó completamente perplejo.

El nombre de la ordenante, contrariamente a lo que había creído durante todo este tiempo, no culminaba en esa conjunción preciosa de cinco letras.

Sonrió, mientras negaba lentamente con un movimiento de cabeza.

Y, quizá con la velocidad con la que un relámpago asola a su alrededor, recordó la frase final de aquella mítica película: "Debió usted de haber empezado por ahí".

No hay comentarios:

Publicar un comentario