01 mayo, 2009

OSCURIDAD


Oscuridad... un picor repentino de ojos.

El ruido es atronador... y pierdo mis puntos (comunes) de referencia. Pretendo mantener el equilibrio, pero caigo.

Oscuridad... una oleada tremenda de calor pegajoso que se aferra a todos los poros.

Ya he visitado esta insana sensación en otras ocasiones, rememoro el pesar...

Nadie estima oportuno quebrar la continuidad y, en la batalla interior librada entre la conciencia y la honestidad, el resultado es combate nulo, tras haber caído ambos contendientes a la lona...

Oscuridad... maldita sea, que alguien encienda una luz.

Pero la pesadilla radica en una sonrisa que atormenta sin siquiera sonreír.

Y, en la tercera fila del patio de butacas, un espectador ya ha sacado de su chaqueta el libro de Camus, aburrido ante la representación del día.

Oscuridad... y ese dulzón relámpago que mantiene el alcohol cuando el hígado aviso de su masiva ingesta.

Y, cuando en el camerino, la actriz se desmaquilla, satisfecha por su actuación y todavía excitada por el aplauso del respetable, recuerda que olvidó.

Toma su teléfono y deja un mensaje en un frío y anodino contestador. Y continúa retirándose la pintura de la cara.

Oscuridad... y un peatón que camina contracorriente entre las obras que la Autoridad decidió colocar en el corazón de su ciudad.

Oscuridad... sólo rota por el reflejo de un parpadeo rojo cuando llega a casa.
Y se niega a escucharlo... y cae rendido entre las sábanas que huelen a vacío y eternidad.

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