16 mayo, 2009

14 ROJO


El jugador bebe su whisky doble con hielo.

El tintineo de los hielos le acompaña y resuena cuando se acerca a la mesa.

El resto, con cierto temor y respeto, le observan.

Mueve ligeramente su mano izquierda y deposita varias fichas en el 14 rojo.

La ruleta gira. Las mujeres apoyan sus cuerpos en los hombres que, impertérritos, permanecen atentos al rodar de la bola.

Pierde.

Ella es rubia (el reflejo de la luz otorga a su pelo un color indescriptible) y le dedica una media sonrisa (la de conmiseración con el perdedor).

Aléjate.

Lo puede escuchar de una voz que brota de lo más interior de su propia existencia... Quizá, algunos, lo denominaran conciencia... Pero sólo quizá.

Vuelve a apostar al 14 rojo.

Moja sus labios en alcohol y cierra las ojos.

El crupier entona el recurrente "no va más". La bola cae en el 2 negro.

Le molestan las luces y recuerda que, al igual que determinadas madrugadas, siempre le sorprenden sin gafas de sol.

Abre su billetera y extrae todo el dinero. Solicita al crupier que lo canjee por fichas.

La mujer rubia sostiene su mirada, sonriente, implorándole para que le acompañe (en la mesa) un poco más, una jugada tan solo...

Aléjate.

Apuesta al 14 rojo.

El crupier asume que la jugada es demasiado arriesgada. Engola su tono para repetir "no va más".

La bola rueda, lamiendo la madera de los contornos de la ruleta, hasta que comienza a perder velocidad.

Entonces la luz se va... Y suena un chasquido (clic, clac) que anuncia que la jugada ha terminado.

El jugador se mantiene firme. La mujer, en la oscuridad, siente como unos labios presionan los suyos y el calor de un beso.

Pasados cinco segundos retorna la luminosidad.

13 negro.

Pero el jugador sabe que ya ha ganado.

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