23 mayo, 2009

TERCIOPELOS Y PUÑALES


El hombre busca, durante su existencia, la verdad...

Rara vez la encuentra.

Mas en la travesía, cuando el Azar le otorga su complicidad, puede disfrutar de la grata compañía de la bonhomía (un valor que escasea en nuestros días).

Hay instantes, normalmente en carreteras secundarias, apeaderos de trenes o estaciones con relojes que marcan horas inexactas, en los que la sabiduría se desgrana por los poros de la realidad.

Los tesoros guardados, aquéllos que ni los buceadores más capaces fueron hábiles para arrebatarlos al mar, siempre refulgen hacia el exterior, con luminoso esplendor.

Y tiempo ha que sellamos un pacto etílico de pureza y responsabilidad que, entre caballeros, no necesita el derramamiento de sangre pero se introduce en los protocolos más arraigados.

Por ello, cuando para hacer entrega del puñal requirió, como mandan los cánones y los muy antiguos rituales, unas monedas que no son precio pero suponen pago, descubrí hallarme ante la certeza de una amistad, que es magisterio y paisanaje.

Con todo, me reservo la admiración para terriotrios más expresivos que el lenguaje y rezo para que, cuando el Superior nos llame a rendir cuentas de crímenes y pasados, los buenos amigos recuerden con ebriedad la pérdida y el más inspirado recite un espléndido epitafio que enaltezca las levedades y obvie los desencuentros.

Tengo un amigo que es un maestro, al que le reservo la parcela más ilustre y señera, siendo algo más que eterno merecedor.

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