09 mayo, 2009

ESPEJOS


La estancia estaba sombría y apenas un rayo de luz del recién inaugurado amanecer se colaba entre el hueco que dejaban las cortinas...

En la habitación se respiraba ese dulzón aroma que deja el sexo cuando se condensa entre las sábanas y las paredes.

Desnudo, encarcelado en una prisión de complicada evasión, miraba con temor el espejo, de cuerpo entero, que, al pie del lecho, se alzaba como el Juez (eterno) que esperaba su momento para dictar el fallo de una sentencia, evidentemente, condenatoria.

Temía encontrar, en el reflejo recibido, el horror de las procesiones de miradas que habían implorado, atrás en el tiempo, su perdón y su comprensión, encontrando, meramente, el poder del silencio...

Pesadamente, con el temor y la inseguridad que provocan la conciencia de la maldad, retiró el embozo y plantó los pies en el suelo, que le transmitió un repentino, y castigador, frío.

Se dispuso de perfil ante el espejo, sin abrir los ojos, manteniendo la tensión y previendo el dolor que sentiría unos instantes después.

Pero el espejo le devolvió su imagen, sin letanías, sin remembranzas, sin sensibilidades... el mero dibujo de un asesino sanguinario y sin piedad.

Giró sobre sus talones. Y respiró cómodo...tranquilo, mientras sus pies derrapaban ligeramente en un charquito de sangre casi seca...

2 comentarios:

  1. Me gustan los asesinos,¿cual es tu preferido?

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  2. Desde una perspectiva meramente sensitiva (de comprensión del abismo interior del asesino), supongo que me alineo más con la tradición vampírica (Erzsebet Bathory [la figura femenina en este ámbito es tremendamente atrayente, o, al menos, así lo entiendo yo], Gilles de Rais, Vlad Tepes...) que con el criminal "serial".

    En todo caso, y por esos impredecibles (pero lindos e inolvidables) guiños que propicia el Destino, y obviando la primera reflexión, me quedaría con Harold Frederick "Fred" Shipman.

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