08 septiembre, 2010

EL ACERTIJO


Aún no estaba lo suficientemente borracho como para olvidar que hoy, mañana, sería, irremediablemente, ayer.

Tres Dry Martini más tarde, y algunos insultos escondidos en sonrisas a la camarera, comenzó a entrelazar argumentos de novelas de Piglia con algún suceso narrado en la página de sociedad del diario de provincias.

Incluso llegó a la sutil conclusión de que Stendhal habría recurrido a pasajes enteros de La Ilíada para configurar el nudo argumentativo de La Cartuja de Parma.

Y pidió dos nuevos Dry Martini.

El segundo esperaba a una mujer como hacía él, derritiéndose con la sobriedad y la tranquilidad del que sabe que todo está ya perdido.

Abrió la cartera de cuero, separó varias cartulinas con números de teléfono que ya no iba a marcar, y extrajo un castigado posavasos de un lejano bar en el que, con ella, había firmado un pacto eterno.

De la eternidad que perdura mientras "en el día de hoy" no cambia de denominación para los firmantes.

Levantó su Dry Martini y miró la imagen que los espejos reflejaban.

Y recordó los pasajes que nunca disfrutaron. En una extraña noche de ayer que nunca tuvo mañana.

A pesar de sus sonrisas.

Y de sus promesas.

Y el Dry Martini, el suyo, y él, esperaban una frase sobre la pregunta que cerraba aquel libro, sobre aquel acertijo.

Y, como ella, nunca llegó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario