12 septiembre, 2010

LA GUILLOTINA


El libro estaba mal guillotinado.

Pensó en la frase... y le provocó un ataque de, a su juicio, estúpida hilaridad.

Imaginó que el desenlace del argumento se viera cortado por la mano descuidada o por la implacable acción de la máquina encargada de preparar, alinear y colocar los volúmenes en la caja.

Se percató de su media sonrisa y se detuvo un mínimo segundo en las diatribas.

Encendió un cigarrillo, lo dejó en el cenicero y comprobó cómo el papel se consumía lentamente, desprendiendo un fino y juguetón humo, hasta desbaratar las doradas letras que anunciaban la conocida marca norteamericana de tabaco.

A un ritmo desigual, no uniforme.

Con menos linealidad y fiereza que la obra de la guillotina.

La del espíritu paralelo de abandono y olvido.

No hay manera más propia de entorpecer al recuerdo que eliminar los aspectos acontecidos que permitirían su continuidad.

Se decidió a comenzar la lectura y, al llegar al final de la primera página, inventó la última línea, la que había sufrido el ataque inmisericorde de las cuchillas.

Descubrió una vida alternativa en el interior de la ficción y volvió a sonreír.

Recordó la imagen del adiós y decidió recortar sus contornos, linealmente, hasta desfigurar sus facciones... y poder dibujar unas nuevas... presentes.

5 comentarios:

  1. Hay quien dice que no existe un dolor peor que el olvido
    Pero duele más no poder olvidar

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  2. El recuerdo siempre está presente.
    La memoria, quizá, lo máximo que alcanza es a desdibujar sus sentimientos.
    El dolor no conoce de olvidos.

    Gracias por visitar el refugio.

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  3. Discrepo de tu parecer, Olmedo.
    olvidar a alquien no es cuestión de memoria, los sentimientos tampoco tienen que ver con ella

    De nada.

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  4. Gracias por revisitar el Refugio y por la "discrepancia" (sic).

    Supongo que resulta imposible olvidar a alguien si acució y dejó huella en la memoria.

    Al menos, si se actúa con cierta honestidad (entendida en criterios propios... y no de mera exposición ajena).

    Quiero creer que, en la (su) referencia a que los sentimientos no tienen nada que ver con ella, el pronombre se refiere a la memoria y no a la persona (¿Ella?... nótese mayúscula).

    Sea como fuere, los sentimientos avivan algún tipo de resorte interno que alimenta los conductos que pretendíamos apagar (o creíamos apagados) en nuestro recuerdo (o desmemoria).

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  5. que pena con la gillo que daño

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