14 septiembre, 2010

LA VENGANZA


Escuchó un sonido en el callejón.

Al fondo.

Justo donde la luz apenas llegaba.

En el lugar en el que uno imagina que habitan todos los seres imaginarios que quieren arrastrarlo de esta vida.

Recordó, en aquel instante, las historias de vampiros que su primo, en aquellas interminables noches de verano, le relataban con una linterna apoyada en la barbilla y una voz que quería sonar grave como la de un adulto.

Como el adulto que era él ahora...

Quizá con idénticos miedos y fantasmas revoloteando sus pensamientos.

Por eso se decidió a caminar, avanzando con paso firme por el oscuro callejón sin salida.

Para demostrarse que había dejado de ser aquel chiquillo temeroso de los ruidos inesperados y de los movimientos repentinos.

Volvió a rememorar aquella imagen, la de su primo, con la luz haciendo que su rostro pareciera un espectro.

Y aquella voz de ultratumba.

Rasgada, seca... aterradora.

Se detuvo a medio camino, a punto de recular, pero continuó su marcha.

Cuando alcanzó el muro, buscó en el bolsillo de su chaqueta y encontró una vieja fotografía.

Su primo sonreía al objetivo mientras aplastaba su cabeza con cierto aire de suficiencia y superioridad.

La rajó en mil pedazos.

Entonces, solo entonces, logró sonreír.

Quizá fue aquel momento de despiste el que le impidió ver el rostro que, oculto en las sombras, le esperaba con un cuchillo apuntando al cielo.

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