26 agosto, 2011

LA FUENTE DEL PATIO



Nunca vas a visitar aquel patio.

Las ventanas se encuentran todas rotas.

Los muros no contuvieron el pasar del tiempo.

Los postigos de madera también están carcomidos.

Incluso la pintura de las barras de hierro que sujetaban los aros de baloncesto ya se ha descubierto.

Al fondo, ¿recuerdas?, existía una pequeña puerta marrón, metálica, donde descubriste la diferencia entre el juego y la verdad... nunca volvió a entrecerrarse jamás.

Hoy, lo que queda de ella descansa en el cúmulo de basuras y desperdicios que un camión abandona en el lodazal.



Nunca vas a visitar aquel patio.

Aún sientes miedo al adentrarte, en la oscuridad, en el fino cemento coloreado con líneas que delimitaban los diferentes campos de juego.

Y, como siempre, la única que permanece fiel a su destino, es la antigua fuente de piedra.

Hierática.

Confusa.

Enseñando y escondiendo sus sospechosas formas que recordaban a las colas de dragones fieros y sin escrúpulos.

No te acercarás.

Sentirás la incertidumbre derivada de constatar que el tiempo transcurrió demasiado deprisa y, súbitamente, te asaltarán los miedos y las dudas de haber errado en las encrucijadas ya pasadas.



No, nunca vas a visitar aquel patio.

En lo alto de sus paredes, salvo que el viento las haya arrancado, permanecerán, escritas en hojas que envolvimos en láminas de papel de aluminio, confesiones que hoy no desearías leer.



Nunca vas a visitar aquel patio.

Sin mí no lo harías.

Y yo, ya, habito en la lejanía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario