22 agosto, 2011

LOS MUEBLES



El ruido, en la madrugada, era ensordecedor.


En el piso de arriba, con una fuerza y continuidad inusitada, alguien acarreaba los muebles de su estancia.


El peso de los mismos, en su arrastre, conformaba una sinfonía de insoportable tenacidad para los vecinos.


Primero debió de ser la mesa del salón, que se antojaba de madera muy pesada y cuya ubicación, al menos por el sentir de los ruidos, pasó del centro al extremo izquierdo de la sala.


Luego, con igual fuerza y crudeza, fue el turno del armario.


El retumbar del vaivén de los muebles propiciaba que de las propiedades colindantes se escucharan los más variados improperios, reclamando el derecho a un descanso no importunado.


Las noches pasaban y el espectáculo se repetía sin cesar.


Cada vez, los vecinos le increpaban hasta que la Policía hizo acto de presencia una lluviosa madrugada.


El hombre les abrió la puerta y saludó con parsimonia a los agentes.


Éstos le informaron de las diferentes denuncias presentadas por varios de los ocupantes de los edificios cercanos.


El hombre asintió con la cabeza, disculpándose por su actitud.


El más joven de los agentes, una vez concluida la confección de la denuncia le preguntó: "Pero, ¿y por qué mueve todas las noches los muebles de su casa?".


El hombre le miró lentamente, suspiró y dejó transcurrir casi una decena de segundos antes de responderle.


"¿Acaso queda alguna otra opción?".

No hay comentarios:

Publicar un comentario