26 agosto, 2011

MADRID. TRES TOMAS



1.

Dióxido de carbono... y tu pelo.

El mortífero abrazo de la gran ciudad... y tu largo cabello acariciando tus hombros mientras huyo en un taxi.

El juego de luces de los semáforos... y una disculpa artificiosa que pretende responder a interrogantes que nos asaltan desde el primer día.

Las cajas individuales de comida que compartimos en los parques... y el despiadado grito de los conductores que comprueban la llegada del enésimo embotellamiento circulatorio.

Dióxido de carbono... y tus labios.

El seco y certero puñetazo con el que el alcohol nos noqueó durante aquella madrugada... y el pestilente olor que nacía de la encrucijada en la que los coches viraban a la velocidad de las despedidas.

Dióxido de carbono...y mi cerrar de ojos.



2.

"Esto no va a volver a pasar".

Y traduzco interiormente.

"Nada tiene importancia. Esto no tiene importancia".

Y desconecto mi asidero a la realidad en los términos reglados en los que compadecimos nuestro actuar.

"Mejor no subas".

Y una luz verde que, de súbito, se apaga.



3.

Las estatuas de los áticos eran mis únicos testigos.

También el cuerpo que flotaba en la piscina del hotel... pero se hallaba sin vida.

Bueno... y las estrellas, pero prefirieron olvidar para no verse obligadas a relatar todo su cruel testimonio.

Madrid dictó su veredicto... Y resultar inocente fue, únicamente, el pasaporte para la desolación.

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