27 agosto, 2011

LAST VERSION 1.0

Sé que moriré vacío...
Intuyo, que si el azar juega con parsimonia, caeré en la ceguera total tras un fogonazo que apague la estrecha apertura que la galopante miopía construyó en mis ojos.
Me gusta imaginar que, a los pies de mi último lecho, se concentrarán diversos volúmenes abiertos por páginas ya releídas... y que Bolaño, Amis y Palahniuk me ofrecerán compartir, a su lado, sentados en hamacas de madera, la privilegiada y tranquila visión de los universos ficticios, cuando ya ni siquiera importe el real...
Quiero creer que el día en el que todo acabe habré podido pronunciar las palabras importantes, haber saldado las deudas pendientes más acuciantes, transmitir dulcemente mi amor a las personas que lo merecen y olvidar los pequeños desvelos que aterraban mis insomnios.
Me tranquiliza pensar que todos los fantasmas se despedirán de mí siguiendo un respetuoso orden... y que estrecharán mis cansadas manos con un gesto de caridad y compasión imposible de describir.
Me vacía mirar este cielo preñado de estrellas, escuchar la sinfónica canción de las ranas que escaparon de sus charcas y sentir la suave y fresca brisa que se levantó tras una tarde de lluvia torrencial... lo hace porque me traslada, como un guía avezado y firme, a esa imagen que se desdibuja a lo lejos, en la línea del horizonte, y que evoca de modo patente el adiós definitivo.
Me intimida descifrar el significado del vuelo de las mariposas que, ahora, coquetas, aletean sobre el cuaderno de tapas negras en el que escribí algún apunte al dictado de la sensibilidad más inmediata.
Apartado de la dictatorial arenga de las agendas y los teléfonos móviles, he caído en un oscuro pozo de ensimismamiento y sosiego...
Una leve luz me condujo hacia el teatro del futuro y reveló las imprecisiones de un pasado equívoco e insano.
Me alegra pensar que cuando todo concluya, ya nunca jamás será demasiado tarde.

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