12 agosto, 2011

NANA



Esos ojos no son tuyos... pero hieren igual (pero igual hieren).



He bebido más alcohol del que mi cuerpo puede tolerar... y su ardua digestión me recuerda muchos momentos pretendidamente perdidos.



Hoy, esta madrugada cruel de lunas llenas que iluminan mi quejido, el viento (que ya no es aire) me habla de ti.



Acudo a mis estanterías atestadas de libros... y, en todos los pasajes, encuentro unas líneas que golpean mi integridad con un relato ajado de lo que puede ser felicidad.



Descifro caligrafías en dedicatorias de volúmenes que no me atreví a abrir... y todas serpentean en el océano de mi debilidad.



He sopesado defenestrar mis recuerdos desde el veraniego balcón de una terraza olvidada... pero mis miedos volverán a ganar... esos fantasmas continuarán alzándose victoriosos en medio de mis humillantes derrotas.



En la almohada reposa la mancha de carmín que se disfrazó con el dulzón perfume de las fresas.



Sé que no voy a dormir.



He vuelto a mirar esos ojos que no son tuyos pero que, malignamente, me transportan a universos regados en Dry Martini y palpitantes dolores de sienes.



Espacios difusos de blancos cegadores y perspectivas imposibles.



Alguien escupe esperma en copas que guardan caro champagne aún burbujeante.



Miro a esos ojos... y no pretendo conciliar el sueño.



Si recuerdas alguna bella canción, al menos, susúrrala desde donde yazcas...



Puede que opere como dulce nana para mis oídos... y como postrera despedida.

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