26 junio, 2009

REFLEXIONES DE UN VIAJERO DE ESTE SIGLO


El rigor sancionador para los crímenes de honestidad tendría que estar preñado de eximentes de la culpabilidad.

Puede que aparezca con cierta corrección que se atisbe como frialdad.

Quizá algunos gestos propicien un torrente de sensaciones... y las palabras se antojen menos expresivas de lo que debieran.

Empiezo a perder la capacidad de medición respecto de las distancias espacio-temporales (las avenidas antes eternas se presentan ante mí como insuficientes... Debiste parar el tiempo, Creador... y no lo hiciste, permitiendo que sus pasos continuaran una danza.

No sé volar... Aquella virtud se encontraba reservada, tan solo, para los pájaros. La precaución es homónima del temor.

Ahora el tiempo juega en mi contra.

Recuérdame, si uno de estos días abrazas mis intenciones, que expíe crímenes pretéritos (y olvidados...). ¿No sirvió la confesión y el arrepentimiento como suficiente ordenación a la realidad?

Continúo preguntándome por ese maldito (e imposible) ensamble de tiempos, de oportunidades.

Y todo lo demás... es elegancia e insinuación.

Neuman no estaba equivocado. Al menos, Hans huyó habiendo saboreado las mieles de su amada y quebrando un matrimonio de conveniencia. ¿Por qué, sí, por qué tú, creador (literario), no concediste el beneficio de la escapada conjunta? ¿Por qué les arrastraste al horror?

Será mejor así. ¿Será mejor así?

En Madrid, el verano se revolvió con ráfagas de aire que suavizaban el calor de una nueva noche.

Todas las noticias de las radios de los taxis hablan de sucesos estúpidos
Y aún sueño con amaneceres (compartidos).

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