27 octubre, 2009

BULTO NEGRO. PÉTALO BLANCO.


Un bulto negro corretea por el parquet, estimulando, con su juguetear, los crujidos de la madera (entarimada).

Hay rayos de luz que se introducen por las transparentes cortinas que cubren las ventanas.

El bulto negro camina mis piernas y me transmite su calor, apenas acercando su masa a mi cuerpo desnudo.

El tejido negro del chaise-longue se encuentra cubierto por una especie de forro verde y áspero que, tras pocos minutos, me inocula un más que insoportable picor.

La madrugada parece haber traído, consigo, un repentino vendaval que azota las banderas publicitarias que cuelgan de las modernistas farolas.

El bulto negro me observa, y desafiante, se encrespa ante mí, dirigiéndome una mirada de crudeza y revancha.

Con inusitada rapidez, y el alcohol rebotando en mis sienes, me encamino al espejo y el reflejo me resulta tan desconocido como perturbador.

En el suelo, una pluma roja, sola, descolocada, inerte, yerta...

Reitero mi contemplación y la desnudez se me antoja indefensa y abordada... como los bajíos que navegan sufriendo el ataque las tropas enemigas.

Algo reposa dentro del bolsillo de atrás de mis pantalones... Y mi memoria pretende olvidar, pero el golpeo de la sangre bajo mi ojo izquierdo me trae, de nuevo, la sensación del boxeador para el que el árbitro ya contó hasta nueve...

Todas las calles están asfaltadas y el riego funciona adecuadamente en los parques y jardines... Nadie sospecha de la inmisericorde particularidad del derrumbe de esta mañana de domingo.

El bulto negro juguetea con una pelota de papel de aluminio, intentando descubrir su níveo contenido.

Y, en el ínterin, una rosa pierde sus pétalos, desflorándose en el jarrón y permitiendo la caída libre de la blanca lámina de belleza.

En el espejo, y antes de vestir mi desafortunada desnudez, continúa reflejado una identidad que me conduce al equívoco... pero no a la reflexión.

Y el bulto negro, con su inquietante presencia, pasea, lentamente, su lomo entre mis ateridas piernas.

Recojo el pétalo blanco. Deposito un suave beso y mis manos se pierden en el teclado del teléfono...

Su voz es más calmada que en la víspera.

Y mi espíritu se tranquiliza, mientras el bulto negro se lame las heridas de una contienda pretérita.

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