21 noviembre, 2010

3.33


No mires mi rostro.

Desciendo a infiernos que ni siquiera has podido imaginar.

No murmures a mi lado.

He frecuentado bulevares de pavor que jamás existieron en tu mundo.

No elucubres sobre el futuro.

Suscribí un pacto con la soledad que contenía una cláusula de irrenunciabilidad y sumisiones expresas al desconsuelo.

No aventures historias respecto de estas inútiles líneas.

Todas las imágenes fueron dibujadas por una mente dolida y debilitada... gracias a un retazo brillante del lunático peregrino que erraba en busca de la verdad.

No sostengas que fue culpa de ambos.

He saboreado el amargo gusto de las calles soleadas durante la que aún era mi noche.

No recuerdes.

Mi memoria ya se ha ocupado de cerrar todos los resquicios.

No construyas un discurso emocionado.

Supongo que escribí veinticinco cuadernos con tus razones. Y destrocé otros veinticinco más, repletos de líneas garabateadas que descubrían mi corazón.

No...

No sonrías mientras me miras.

No encojas tus hombros.

No dirijas tu mirada a un lugar infinito.

No prefieras mantener en vigor una irrealidad.

No ordenes dos tequilas más...

No pasees como mis ademanes cansados.

No.

No conozco, aún, las razones que nos aportaron.

No he redimido mis pesares... ni mi temblor.

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