21 noviembre, 2010

EL ARCHIVO


1. Preparó una carta que dejó guardada, en formato "borrador", en las carpetas de su ordenador.

Eligió un nombre lo suficientemente expresivo para que los investigadores no encontraran problemas para su hallazgo.

Presionó "enter".

Detuvo sus ojos en la carpeta.

Leyó mentalmente "Final".

Situó el curso de su ratón encima del icono y presionó con rapidez en dos ocasiones.

Un documento corto y sin alinear llenó la pantalla.

Cerró el archivo y la sesión.

Amartillo la pistola.

Abrió su boca e introdujo el cañón.

Apretó con firmeza el gatillo, venciendo la resistencia.

Y se voló los sesos.


2. Cuando abrió su correo electrónico un rayo de miedo atravesó su cuerpo.

Alguna macabra broma del destino hacía que el emisor del mensaje no pudiera haberlo enviado.

Movida por la curiosidad, leyó el contenido de la comunicación y se lamentó al ver tres mayúsculas de las que desconocía su significado.

El envío adjuntaba un archivo en formato de texto.

Lo descargó.

Y la espera se le antojó eterna.

Era muy corto.

Mentalmente, reprochó que estuviera tan descuidado en sus márgenes y espaciado.

Sus ojos devoraban la pantalla y dejaban caer lágrimas como un torrente imparable y monótono.

Lo releyó, muy despacio.

Por la ventana, el río continuaba su curso.

Soñó dejarse naufragar.

Y se descubrió en la calle, junto al puente de piedra.

Se arrojó sin piedad.


3. M. era ingeniero de sistemas.

Había enviado el correo y no había detenido su curiosidad ante un documento tan atrayente.

La presentación era maligna, pensó.

Bebió de un trago el resto de café que reposaba, frío, en su taza, adornada con el logotipo de la compañía para la que trabajaba, el portal informático más utilizado mundialmente.

El discurso era triste y nostálgico.

Repleto de un amor imposible, escondido y revelado, a partes iguales.

Cerró el archivo.

Se sintió como el bombero que abre la comitiva que acude a una casa incendiada.

Pisando en terreno arrasado, desconocido y lleno de cadáveres.

Un intruso en las heridas, todavía abiertas, de un corazón enamorado.

Se descuidó y el periódico del día cayó al suelo.

En la portada, con titular a tres columnas y dos fotos enfrentadas, se informaba de los misteriosos suicidios acontecidos durante los últimos tres días.

M. recordó un nombre de mujer.

Y miles de mentiras.

Reservó un billete de avión en internet

Sacó un puntiagudo abrecartas del cajón y se dirigió al baño.

La mujer de la limpieza, transcurridas unas horas, sospechó al encontrar un pequeño charco de sangre que avanzaba, como en escapatoria, por debajo de la puerta del aseo de caballeros.

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