21 noviembre, 2010

EL DESCENSO EN NÚMEROS


La puerta va a abrirse.

Siento un terremoto de miedo que recorre mi cuerpo con impunidad y suficiencia.

Decido cerrar los ojos.

Pero el cataclismo se avecina.

La puerta se abre.

Nadie espera ahí.

El número dos, en un susurro casi indescifrable, me revela que ella ya se marchó.

El tiempo siempre nos engaña cuando pretendemos detenerlo.

El tiempo nos burla al intentar acelerarlo de un modo voluntario.

Vuelvo a cerrar mis ojos.

La puerta comienza a entornarse, lenta y automáticamente.

El legado de un recuerdo es, tan solo, un clavo que se pudre a la intemperie de un corazón arrasado.

Sé que estás aquí.

A mi lado.

Mientras los números nos hablan de ausencias que los escalones podrían resolver... pero quizá no solucionar.

Abro mis ojos.

La puerta no desea abrirse.

El alcohol de anoche me invade con mensajes contradictorios.

No he sido capaz de naufragar mar adentro.

El número cero me ha sonreído.

Se acercó de súbito a mí.

Me ha mentido.

Y me escondió que, alguna vez... sí, al menos alguna maldita vez, pensaste en mí.

La puerta, quizá, tampoco exista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario