21 noviembre, 2010

LA ESTÚPIDA... ESTA NOCHE


Apenas he parado.

Mi agenda de viajes comulga de la itinerancia... y se inquieta al ver fechas en blanco.

Mis párpados están castigados.

Temblando, a la intemperie de un cúmulo de despiadados vientos, el pasado se presenta como un fajo de facturas aún pendiente de abono.

Revisando mis fotografías, descubro una sonrisa forzada esperando la luz del flash y el sonido de un obturador que se cierra.

Claps.

Adivino imágenes borrosas a lo lejos y agradezco haber olvidado las gafas en la mesilla de noche, junto a un inquietante y aterrador libro de Foster Wallace.

Mis palabras fueron claras.

Lanzadas a un silencio de la noche que actuó como claro emisario de la pléyade de lamentos y decepciones.

El gigante pétreo no derramó más lágrimas, majestuoso ante un tiempo que no era el suyo, que jamás lo había sido.

Evité un pensamiento y repetí ese mensaje cifrado.

Ella, la desconocida, la innombrable y osada, me golpeó con una respuesta en labios de Rascel.

Y, estúpido, centré mis plegarias en un sueño que no acababa de vencerme.

Al fondo, un gato se suicidaba, lanzándose, valiente y temerario, bajo las ruedas de un camión.

En un rincón, al final, un hombre agotaba los réditos de su victorioso engaño.

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