10 febrero, 2010

EN EL BOSQUE SILENTE


Hay lunas que fueron doblegadas... y alguien las llamó medias.

Existen bosques, entre los que los sueños caminan... sin diferenciar el sendero adecuado.

Y silencio...

Hay días de lluvia, que entorpecen y mitigan las sonrisas... asfixiando.

El vampiro recuerda episodios de libros que leyó en tiempos mortalmente inmemoriales.

Algunas flores desconocen los diversos sentidos de las frases lanzadas al aire.

Al aire del silencio...

Las páginas de las agendas pelean para lograr descuadrar.

Las miradas parecen extraviarse y, sin embargo, nunca están, al menos del todo, perdidas.

En el voladizo del edificio, alguien redactó el comienzo de un poema.

La señora de la limpieza decidió acabar con las reservas de sushi... y de vino.

Las camisas están arrugadas, como si la plancha no hubiera pasado por ellas.

El desconcierto comienza a las once de la noche.

Del bolsillo del abrigo sobresale el trazo azul y alegre que adorna una nota amarilla.

Los enigmas continúan siendo más atractivos que sus soluciones.

Si el fin del mundo fuera en un Buenos Aires pasto de las llamas, rezaría por observar la virulencia del fuego reflejado en tus ojos.

Cuando el joven ciclista, asfixiado tras coronar la cima más mítica, vociferó asesinos, estaba dando las gracias.

La niña de trenzas relee el cuento y continúa sin comprender porque la princesa tiene los pies pequeños.

Mientras, desde su ventana, media luna baña de luz un bosque silente.

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