13 febrero, 2010

HORAS DE LA MADRUGADA


Todos sonríen cuando escuchan, por enésima vez, mi lamento...

Y, sin embargo, ni la piedad, ni la caridad me resultan aliadas...

Todos se extrañan de que, a pesar del influjo etílico, mis palabras sigan siendo para ti...

Y, en cualquier caso, ninguno se atreve a quebrar mi apenado soliloquio...

Todos los restos de la batalla del mini-bar me observan...

Y, como no podía ser de otra manera, el golpe en mis sienes revela algo más que dolor...

Hay mesas vacías.

Y todos sonríen...

En el cielo, las nubes dibujan interrogantes.

Y todos sonríen...

Y yo solo me pregunto porqué escribo a estas horas de la madrugada.
Y algunos sonríen...
Mientras otros tachan apuntes en mi agenda...
Sin piedad.


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