08 febrero, 2010

LA FOTÓGRAFA


La fotógrafa me enseñó, en una solitaria campiña bañada de luz de luna y terror, sus retratos e imágenes, mientras perdía su lenguaje en historias inexplicables e imposibles de seguir.

La sangre salpica...y se confunde con el vino que corre, a borbotones, de la boca de una botella rota.

En el reflejo del espejo, un adolescente castigado por un purulento acné, fija sus ojos, con desmedida pasión, en las batallas que, en el pantalla del videojuego, libran dos durísimos y fieros combatientes.

Sobre la sábana escarlata hay manchas orgánicas blancas... pálidas y ondulantes.

Un hombre, detrás de una portería, señala con su mano hacia la izquierda, como indicando al jugador el lugar hacia el que debería golpear la pelota para conseguir un tanto.

La casa de muñecas arde en una tremenda pira incadescente mientras, al fondo, escondida tras las cortinas de una ventana la niña de trenzas rubia llora desconsolada.

Un pubis de mujer, desde una perspectiva en la que se hace complicado adivinar si no es el de la misma persona que ha disparado el objetivo.

Un rostro núbil, en esa delgada línea que confunde el sueño con la muerte.

El cigarrillo, escondido en el hueco de la mano, de un viejo que, con el gesto contrariado, presencia un entierro desde una prudente distancia.

Una mesa con dos copas alineadas... vacía.

El estudio desordenado de un pintor en el que, al fondo, dos cuerpos desnudos descansan en un camastro.

Una lágrima, y la estela que dejaba en la mejilla por la que descendía.

Los pétalos caídos al suelo de un ramo que comienza a marchitarse.

El deformado rostro de un boxeador tras haber recibido la cuenta de diez.

Interrumpió mi visionado.
Me habló de su maestro, de una apuesta, del miedo a envejecer, del arrepentimiento por las negativas, del pánico a dormir sola, del irremediable camino hacia la muerte... y de una puesta de sol que jamás supo fotografiar.

Desnortado, me encontré postrado ante sus rodillas, siendo fotografiado mientras la conocía sin reparos e impunemente.

Todo ocurrió así...

O, al menos, así lo recuerdo yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario