16 marzo, 2010

ÁNGELES


No sé si ustedes los vieron pasear por los tejados de la ciudad.

Calmos, pausados...

Quizá, diríase que absortos en profundas reflexiones y muy inquietantes conjeturas.

Pendientes de lo que acontece bajo sus pies y enfrente de sus ojos cansados de mirar con ese sentir vívido que otorga la eternidad.

Dispuestos a echar a volar...

Puede que nos los vieran o que no se percatasen de su presencia.

Alguna vez, en esas noches errantes y meditabundas, alguna vez, sí... parece, incluso, que jugueteen con instrumentos musicales y, desde las alturas, regalan un arte clásico de música nostálgica e irrepetible.

Sin embargo, sus alas comulgan de la transparencia de la verdad y del miedo de lo onírico.

Ellos, lo saben todo. Ellos, conocen el sentido de las apuestas antes de ser, incluso, puestas en liza.

Visualizan, como si de un tablero de ajedrez se tratara, todos los movimientos (nuestros pasos) en el damero vital que nos acoge.

Y continúan tranquilos, pensativos... esperando que exista un bello momento que poder anotar en sus cuadernos inmaculados.

Un segundo lo suficientemente especial y bello como para quedar recogido, eternamente, en esos reductos de memoria.

Se sonríen cuando escudriñan el caminar de alguna noctámbula pareja en las tortuosas callejuelas.

Suspiran y esperan que el tiempo no venza.

Que la previsibilidad resulte derrotada.

Que las reglas no estén fijadas de antemano.

Que todo pueda suceder.

Y baten sus alas...

Y continúan calmos, pausados...

Diríase que hieráticos.

Sensibles, tan solo, al amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario