08 marzo, 2010

TITÁN


En la portada de la aventura ilustrada, Titán, el superhéroe invencible, reposa en el suelo, pudiera decirse que agonizante.

Una lluvia muy fina condensa su melena y se confunde con lo que, cualquier no demasiado avezado observador, calificaría como lágrimas.

Es su fin del mundo, del mundo como había sido relatado hasta ahora.

No muy lejos (en términos temporales y espaciales), sus enemigos celebran la caída, dudando si pueden considerarla, definitivamente, como una derrota...

Se descorchan botellas de muy caros licores, se apuestan importantes sumas de dinero en jugadas multimillonarias y arriesgadas en los casinos, la extravagancia reina en la medianoche de la ciudad.

Mujeres en lencería golpean las puertas de las habitaciones de los hoteles de moda.

Titán ha cerrado los ojos.

La sangre recorre sus venas con una velocidad crucero que anima el sopor y la desconexión.

Las nubes presagian un temporal apenas iniciado.

El suelo está frío y es un incómodo y poco reparador lecho.

Los ingenieros se afanan en intentar resolver las incidencias que provocó la caída de los sistemas centrales... la causa del apagón.

El Apagón.

Titán se adentra en una habitación irreal, que comulga de los sueños y de la estrecha y peligrosa línea que delimita lo onírico de lo vivido...

Titán no lleva máscara, sus poderes quedaron en alguna taquilla del escondido y anónimo edificio de oficinas en el que es un gris ejecutivo más.

Hay paraguas abiertos, secándose junto a un armario de calidad más que discutible.

Las ventanas no cierran bien y algunas baldosas se hallan rotas, como si hubiesen sido atravesadas por un tacón de mujer.

La cama está cubierta por una colcha escarlata, que relata viejas aventuras y rememora el calor de cuerpos desnudos.

El reloj de pared se detuvo varios años antes... y, sin embargo, por esas casualidades improbables, su hora coincide con la adecuada.

Titán le da cuerda y lo acciona.

Sale del sueño.

Ha dejado de llover.

Siente sus músculos doloridos, su cuerpo aterido, calambres y aguijonazos feroces...

Titán ha abierto los ojos.

Instintivamente ha palpado su rostro y se ha descubierto embozado.

Las sirenas ululan en la línea del infinito.

Los camareros discrepan al cerrar las cajas recaudadoras de una noche poco rentable.

Sobre la mesa de una estancia olvidada, reposa un sobre con ciertos guarismos, indescriptibles, manuscritos en su margen inferior izquierdo.

Titán ha prometido volver, recomenzar, como el ave fénix...

Resignado al azar, que es el carácter prostibulario e infiel de la fortuna.

Titán ha decidido cerrar los paraguas, dejar las puertas abiertas, inobservar pretéritas obligaciones, describir el horror con una sonrisa en los labios...

Como el reloj, aprovechando el influjo de la casualidad, volver a iniciar su andadura (en hora...).

Titán, él lo sabe, es su peor enemigo.

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