03 marzo, 2010

CIRCO


2 emes son, en virtud de un gesto, W y M.
Sin embargo, W no siempre es V y V.
Pero el susurro del viento alerta, inexorablemente, sobre el dolor subyacente causado por las musas.
Los relojes se atrasan cuando hablan de recuerdos en el presente.
Y el futuro es un poema que nadie acierta a rematar.
Quizá sea falta de arrojo.
O el miedo de la apuesta.
El trapecio, que me sobrevuela, continúa danzando... vacío.
Escucho el silencio... duele.
Las hormigas circulan, en orden, por la arena del escenario del circo.
Los leones ya se durmieron en sus jaulas.
El prestidigitador vomita, arrodillado, en el baño.
El payaso se desmaquilla sin pasión.
La mujer forzuda devora sus anabolizantes.
El niño se escapó de las cuidadosas manos paternas y observa cómo el tragafuegos copula, con violencia, con la funambulista.
Quiero adivinar el significado de mis miedos.
Quiero olvidar todas mis anotaciones de viajes pretéritos.
Sé en qué lugar reposarán mis huesos cuando las respuestas no sirvan para nada.
Desconozco las carreteras que transitarán hasta llegar a su destino.
El niño me pregunta y prefiero no contestar.
Sus dudas son mis miedos.
Y su ingenuidad mi debacle.
Mientras, en el circo, la V juega, como experta contorsionista, a convertirse en M.

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