16 marzo, 2010

BOCA DO INFERNO


"Ya solo le faltaba decir que L. era airosa en su serpentear y era una inquietante ciudad en la que uno nunca sabía si acababa de llegar al fin de un viaje o al punto de partida. Ya sólo le faltaba decir que L. era una ciudad que a veces parecía surgir como una serpiente surge de su piel. Pero esto será mejor que lo diga yo de mí mismo, que a veces tengo la impresión de surjo de lo que he escrito como una serpiente surge de su piel, aquí en esta isla de palmeras y eternidad donde todos los días hundo en tinta mi pluma y donde el tiempo, en su teatro armado sobre la calma y el poco viento, también para mí pasa lento y pasa fácil, porque la vida aquí es fácil, y mi reloj muy lento y, además, para qué negarlo, yo sólo soy un principiante, el principiante más lento". El viaje vertical. Enrique Vila-Matas.


La mujer se llamaba Lilith.

O quizá no, y mi memoria, ahora golpeada por el alcohol, quiera bautizarla así en el día de hoy (que, posiblemente, sea, todavía, ayer).

Dylan confiesa, de forma desgarrada, su deseo de ser joven... para siempre.

Pero las calles continúan estando mojadas... y, en su fuero interno, mantiene su convicción de ser un auténtico desastre a la hora de arrancar notas de la armónica.

Nadie es capaz de perdonar los errores cometidos.

Todos escribimos una historia que, sin embargo, se compadece de la peor de las maneras posibles con la realidad.

¿Recordarían la última canción que escucharon en el taxi que les devolvió a su hogar?

Algunas conversaciones refieren haber visitado el lugar más decrépito e insostenible de este Mundo... pero pocos se aventuran a delimitar el concepto geográfico de Mundo.

Espero que los despertadores me olviden.

Aquel lugar estaba señalado como la boca del infierno... y, sin embargo, nunca creí que el viento que azotaba aquel paraje fuese, como era, el lamento de las madrugadas que no caminamos.

He repasado todos los pentagramas en los que, de niño, me obligaron a colocar, dibujadas, las escalas musicales.

Maldije mis eternas preguntas...

Rememoré las desafortunadas respuestas...

Y he odiado que los billetes de avión de mis viajes no confluyan con los tuyos.

Y he odiado, sin odiar...

La luz pasa por el cristal y hace divergir los colores.

En rayos oblicuos... que, para casi nadie significarán nada...

Para casi nadie.

Excepto para esa voz, susurrada, que escucha con melancolía el lamento de las madrugadas que no caminamos entre puertas pintarrajeadas con pinturas de colores.

Puede que ustedes no lo entienda.

Quizá nadie lo haría si un viejo les dijera que se gana cuando se pierde...

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