30 marzo, 2010

BELLEZA PRECIOSA


El sol golpea en la vieja madera barnizada sin excesivo rigor.

Los cristales olvidaron colmatar los resquicios de las ventanas que flirtearon con la luz inimitable de la luna, presidenta del camino de cirios y colores.

La melodía acompasada ya escapó por los corredores de la ciudad, con el viento, tributando una plegaria de musicalidad a las avenidas.

Y el aire huele a especias y aceites...

Y los silencios se asoman a los ventanales de los rascacielos, saludando y ordenando la llegada del nuevo hoy.

Todo, en silencio; todo, en una escena de siglo pretérito.

Y la noche quiebra la luz de la luna, permitiendo que los rayos del sol más madrugador bañen la estancia con su más cegadora fuerza.

Y las curvas líneas que atraen mi mirada se alzan preciosas sobre los colores ocres y dorados de un viejo mar en calma.

Me resisto a creer que sea realidad.

Pero las punzadas provocadas por las severas marcas de las fauces de la más encantadora de las creaciones, me devuelven a mi ser...

Y continúas, imposible de definir con palabras, como el murmullo que dejan las explosiones de color de los primeros brotes de la primavera, con el ímpetu que derrochan las esencias destiladas con la más pura y perseguida alquimia.

Mientras, en el exterior, lo cotidiano e irrelevante transcurre entre gritos de saludos madrugadores y charcos de agua que patentizan la reiteración.

Y los recovecos del lienzo se impregnan de suspiros sostenidos en viejas danzas rituales.

En ojos enfrentados y sostenidos con pasión adulta; en cascadas de pétalos que conforman rosas inmediatas escondidas en los más profundos tesoros.

Cuando los relojes olvidan la monótona sucesión de noches y días; en aquellos lugares comunes en los que los calendarios podrían comulgar de horas de cuatro estaciones...

Sí, en esos segundos, que desearías mantener detenidos, mientras los periódicos relatan noticias de años pasados y de otras centurias por venir.

Esos cuadros en los que la curva de tu sonrisa provoca la finitud de la belleza de la palabra preciosa.

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