14 marzo, 2010

DOS LUNAS


Son dos las lunas que enseñorean esta madrugada.

Dos.

Inaprehensibles.

Mágicas.

Enigmáticas.

Luminosas.

Brillantes.

Son dos, como las piezas de un rompecabezas que sirven para concluir el juego.

Silenciosas.

Majestuosas.

Enfrentadas.

Hieráticas.

Pretenciosas.

Son dos minúsculas gotas de luz en el más descarnado e impenetrable telón negro de la noche.

Suspiradoras.

Incomprensibles.

Esquivas.

Perspicaces.

Inenarrables.

Son dos trozos de diamantes que persuaden al caminante para que continúe su deambular.

Aunque los auspicios no resultaran halagüeños.

A pesar de que la luz del pueblo en el que pretendía descansar sea la de un funeral... La de la historia de un sueños de ataúdes que, por puro pánico, por simple horror, no puede ni revelar en voz baja.

Son dos lunas.

Y ninguna dormirá esta noche a mi lado.

Existen noches con lunas.

Lunas de encaje y de irisado resplandor.

Insomnes noches de evocadores recuerdos.

Dos cisnes navegan lagos de plata mientras, en la orilla, el pianista interpreta una obra maestra compuesta al dictado de sus rápidos dedos.

Son dos las lunas que enseñorean esta madrugada.

Ya no aseguraría que el reflejo en el papel de plata fue de pavor.

Las lunas se perfilan, coqueteando, impostoras y suficientes.

Como si la noche no fuese a acabar.

Como si las palabras no sirvieran de nada.

Como si las ciudades no quisieran ser paseadas por nuestros amores.

Inspiradoras.

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