03 abril, 2010

EL HOMBRE Y SU RECUERDO


Hay un hombre tumbado en la arena, escuchando el murmullo de las olas del mar.

Recuerda y escribe.

Se incorpora, casi de modo imperceptible, nota irritantes punzadas en sus sienes, un interminable cansancio que se actúa en sus piernas y cuello. El fuego parece recorrer, sin piedad, sus músculos.

Recuerda y escribe.

El canto del mar, el batir suave de las olas... la resaca.

Hay un hombre, levemente incorporado en la arena, percibiendo el ronroneo de las olas, dejando que, por momentos, sus dedos jugueteen con los restos de piedras y conchas, y oliendo el perfume de su interior.

Recuerda y escribe.

Ha pasado varias páginas de un cuaderno que descubría, entre sus líneas, los secretos más velados, las llaves de acceso a los lugares prohibidos, a las catedrales mundanas de los episodios más sensitivos.

Hay un hombre, débilmente incorporado en la arena. El agua ha comenzado a mojar sus zapatos. Viste de forma antediluviana y completamente desajustada para el entorno que le acoge.

Recuerda y escribe.

El mundo ha abierto otras rápidas rutas de unión, pero la luna, llena y amarilla, contornea con igual virtuosismo los cielos de las ciudades más alejadas e incomunicadas.

Recuerda y escribe.

Ha tomado, entre sus manos, el fragmento de un caparazón que el agua arrebató a las profundidades marinas. Ha dibujado cuatro iniciales encadenadas, ha transcrito una fecha, se ha elevado y, de un rápido lanzamiento, la ha devuelto al mar, junto con una plegaria para que el azar la conduzca hasta las playas lejanas en las que se rememoraron cultos a maderas equinas.

Recuerda y escribe.

Encaramado, percibe que el suelo ya no se hunde bajo sus pies, que el murmullo del agua se ha esfumado y que la ropa que le cubre se convierte en una mera formalidad exigida por las inexpugnables torres de cristal y hormigón armado.

Recuerda y escribe.

Enfrentando su mirada al silencio.

Recuerda y escribe.

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