11 abril, 2010

AYES


Hay rastros de sangre pero, por el momento, no he descubierto ninguna herida.

Pero el viento amenaza con su presencia... y su dolor.

Un rigor insoportable.

Hay hojas de frutas comidas que navegan en surcos de agua, zigzagueando hacia un lugar al que, sin embargo, no llegarán, encerradas en un mínimo charco.

Hay botellas descorchadas, y sin corcho, que se elevan mirando al cielo con una mezcla de gallardía y duelo por tu marcha.

Hay recuerdos que no alteran mi visión.

Hay portales en los que dejaría mi vida buscando tu boca y tu inquieta sonrisa.

Estirando segundos. Postergando condenas.

Los alfileres se clavan en mis músculos en esta noche de cobardes, en el transcurso de esta insana vigilia en la que el ambiente es una burbuja de champagne aguado.

Tengo huellas de tu presencia y retazos de mi futura aflicción.

También poseo un pasaporte hacia el abismo... y un espíritu batallador que no conoce marcha atrás.

Hay dos manchas redondas de color carmesí y olor afrutado.

Hay arrugas marcadas que jamás querré alisar.

Las telas significan un rumor de vendaval.

Hay pánico en la mirada que busca los dígitos amarillos del despertador.

Hay destinos que debería ir aprendiendo a asumir.

Hay valentía en el gesto que empuña el rotulador que pretende escribir sobre las hojas de un cuaderno de tapas azul y doradas...

Hay serenidad en el movimiento de cierre... en el reposo, silente, de un cúmulo de hojas blancas, inmaculadas, presididas por un fugaz pensamiento.

Hay epitafios escondidos.

Hay despedidas de besos furtivos, complicados, implicados...

Hay...

Hay ayes.

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