19 abril, 2010

LA IMAGEN DESNUDA


Ha abandonado la cama.

Las sábanas se han retirado levemente, dejando desnuda su más íntima desnudez.

El reflejo luminoso del despertador, cuya alarma no ha sido conectada, la baña con una luz tibia, delicada.

Su silueta dibuja arabescos en la noche. Caprichosos movimientos curvilíneos que embriagan y atormentan mi mirada agotada.

Gira, suavemente, y coloca sus pies en el suelo.

Fuera, posiblemente, ya haya comenzado a amanecer.

Se impulsa fuera del borde de la cama y, ágilmente, se yergue, en un salto de esplendor (como las torres se elevan buscando la cálida caricia del sol de inicio de la primavera).

Su melena, rizada, juguetea por su espalda, caminando hacia abajo y serpenteando, por momentos, entre los huecos que dejan sus brazos y su cuerpo.

Ni siquiera sería capaz de aventurar todo el tiempo que ha pasado.

Se agacha y recoge algo oscuro del suelo, iniciando su salida de la habitación con pasos rítmicos y cadenciosos.

En algún lugar del planeta, las imprentas pretenden culminar un trabajo encargado durante todos los siglos.

Y siempre inacabado.

Su ausencia se encuentra bañada con el halo de incertidumbre e inquietud de los instantes que pueden ser el preludio de las despedidas.

De nuevo, a lo lejos, se adivina la musicalidad de sus pasos.

Y, de repente, inician su deriva hacia el cuarto tenuemente iluminado.

Dirige una mirada rápida a la cama, percibiendo que continúo en idéntica y expectante posición.

Vigilante y observador.

Cautivo.

Retira las sábanas y se desliza al interior, rozando su piel con mi desnudez.

Descubro que cubrió su cuerpo y no alcanzo a reprimir una queja leve... corta, mínima.


Adivino que sonríe, mientras hunde su cara en la almohada.


Ahogando un casi inapreciable murmullo.


Entorno mis ojos y recuerdo la primera noche en la que aprecié el olor de su más perdido secreto.


Percibo su respiración, cada vez, más pesada.


Permito que mis brazos se pierdan buscando su delicada piel y ella accede, entre sueños, a la prisión mediata que pudiera separarla del reposo.


Y tanteo palabras.


Recurro a colores.


Describo sensaciones y olores.


Y, perdido, afianzo en mi memoria su imagen escapando de entre las sábanas.


Su imagen desnuda.


La única que no podrá escapar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario