14 abril, 2010

EL LADRÓN


El ladrón parafraseó a Robert Walser y decidió escribir, en la primera página de su agenda, una frase lapidaria.

"El oficio de ladrón solo puede florecer en libertad".

Después dejó que sus pasos fluyeran, desnortados, por la calle.

Como la cámara que todo lo vigila, grabó las costumbres de los viandantes, atendiendo sus gestos y sus pequeñas costumbres siempre repetidas.

Lo hizo con el tesón del artesano.

Guardando cada pequeño detalle en el lugar más específico de su entrenada y precisa memoria.

Consciente de que el empeño puesto por conseguir lo ajeno no estaba exento del amargo revés de los sinsabores y la incomprensión (de la ausencia de reciprocidad).

Descubrió, con la suficiente claridad que le otorgaba la lucidez del cansancio cuando se convierte en hábito, que los caminos más intrincados favorecen el sacrificio de pequeñas victorias mediatas por el apoteosis y esplendor de la coronación definitiva.

El ladrón, aunque nadie fuera lo suficientemente perspicaz como para intuirlo, no jugaba con las situaciones, tan solo las analizaba al albur de su muy acusada sensibilidad y su más que profunda intuición.

Decidió ser ladrón y no asesino.

Ambos fuera de la ley, ambos proscritos, pero con ese ligero matiz diferencial y romántico... Deferencial.

Aquella tarde, después del almuerzo, cometió el robo.

Sin embargo, pronto advirtió una sensación de galopante desazón que le palpitaba en los más profundo de su corazón.

Había vencido.

Había acometido a su presa.

El resultado era positivo.

Pero, por increíble que pudiera parecer, e irracional, la visión de las futuras portadas de los diarios de mañana, que coparían a cinco columnas con la noticia del perfecto robo, no le satisfacían del modo esperado.

Nadie, en el mundo, entendería su pesar.

Puede que cualquier otro hubiera deseado ocupar su lugar.

Pero para él, para ese ladrón romántico y bohemio, no bastaba el aplauso externo y la admiración desmedida.

Máxime cuando el culmen soñado, y ahora en su poder, no brillaba con la puridad que lo hacía cuando se encontraba en libertad.

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