19 octubre, 2010

EL PERFIL OSCURO


Todos tenemos un perfil oscuro.

El que escondemos del día a día pero nos asola y despereza en las noches de terrible insomnio.

El que campa desafiante entre nuestros miedos e inquietudes.

El dueño de las pulsaciones aceleradas en lo que debieran resultar las situaciones más pausadas.


Todos atesoramos, en los recovecos de la memoria, la mirada complaciente de un cuerpo (hoy ajeno) que, alguna vez, fue nuestro.

También la dedicatoria, con frases elegantes y calculadas, en las primeras páginas de un libro del que nos decidimos, con cierta premura, a no iniciar su lectura.

Y aquellas imágenes, bañadas de sol en un entorno de sonrisas que no presagiaba la tempestad, aunque anunciaba la vorágine desalmada de desazón y angustia.


Miradas perdidas.

Restos de alcohol sin apurar.

Posos de café que ofrecen lecturas esquinadas, disonantes...


Todos dibujamos aquel perfil oscuro.

Lo entretejimos con materiales de fino escondite... con hilos de silencio y recogimiento.

Aquel perfil evocaba masacres...

Campos de batalla cubiertos de sangre y desesperación, de silencios que borbotean reparos y temblor.


Anoche, mientras ascendía la leve cuesta en la que culimna mi calle, vi que nuestros perfiles departían en la oscuridad.

Quise marcar tu teléfono, pero mis dedos se entorpecieron con la luz de un camión que recogía las basuras.

Dudé... y los perfiles se fundieron con la oscuridad.

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