19 diciembre, 2010

BARCOS EN LA GRAN VÍA


Faltaba un botón de su abrigo.

Miraba por la ventana.

Y los barcos navegaban la Gran Vía.


Sabía que la observaban.

Colocó su pelo tras los hombros con delicadeza y tranquilidad, como si nada más importase.

Atusó su foulard y, en el quicio de la puerta, se despidió con un alarido perfectamente calculado.


La nevada del día anterior había dibujado en blanco la imagen urbana.

Mientras la nieve regalaba en su deshielo, los barcos navegaban la Gran Vía, ayudados por las luces de los teatros y las indicaciones del destacamento policial que los políticos señalaron a golpe de ley urgente.

Nadie preguntó nada.

Los edificios se mantenían en pie.


El silencio recogido en cuatro paredes iluminadas por focos de alta luminiscencia.

Los recuerdos enjaulados en una mente dolorida.

La estela de una imagen que abandona la estancia... su espíritu que permanece.

El pánico enmascarado en poses de afectación y lirismo impostado.

El silencio...

¿Escucharon el zumbido de los ordenadores hibernando en una oficina de luces apagadas?


Cierren los ojos.

Anúdense sus bufandas al cuello.

Enciendan sus reproductores musicales.

Quizá Dylan cante que los tiempos cambian.


Los barcos continuaban navegando la Gran Vía.

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